Pupila es el resultado del azar. Cómo se llegaron a conocer un peruano, un alemán y dos costarricenses tiene poco que ver con nacionalidades y mucho con diseño. Alfredo fundó Pupila en el 2010; dos años más tarde llegarían Bruno, Matti y un año más tarde, fiel a su paciencia, llegaría el último socio, Marcelo.
A los cuatro los unía su insatisfacción por el nivel del diseño local, pero principalmente compartían el mismo sentido del humor, absurdo, negro e inmaduro. Su insatisfacción la convirtieron en trabajo, y su perseverancia, en diseño. El humor les sirvió de catalizador para aliviar frustraciones, ser más curiosos y, por supuesto, buscar soluciones no esperadas para sus clientes. Fue la misma insatisfacción la que los impulsó a crear otros proyectos como el FID, PFF! y Café Bocanegra, todos proyectos independientes del estudio que nacieron a partir de un chiste o una conversación.